Miedo de no recordarte, de olvidarte,de perder tu tacto en el viento galopante,
Pero no deja de sonreír mi alma,
Ojos cerrados, cabeza gacha, suspiro en calma…
Veo rayos, oigo truenos,
Siento gélido manto,
Estruendo de colores desafiantes,
lucha en el cielo de titanes,
Púrpuras de capotes en verónica de capas,
Bestias azabache de cuernos recuerdos,
Aceros fundidos en encarnizada defensa de mi anhelo,
Desespero, en el desenlace del fondo negro.
Pero no deja de sonreír mi alma,
Ciento por uno apuestan por mi miedo,
Oscuro brillo de líneas blancas,
Ráfagas inocentes de infinito destello,
Agudo rasgan mis uñas el cristal del tiempo,
Rechinan prietos los dientes de la distancia,
Atormentado sacudo el manto de mi pelo,
En vano corto el aire con grito de sinfonía tibia.
Pero aún sonríe mi alma,
Por qué el miedo, ese miedo lúgubre y siniestro, duro maestro de sacrificios y Dolores mugrientos, ese miedo,
Ese miedo hace mi sonrisa carcajada, mis rechinares danza, mis gritos de desespero, melodía mansa,
Ahora miro él púrpura brillante, los destellos claros deslumbrantes, fondo negro es lienzo que contrasta las doradas hazas, los rayos juegan a irse mientras danzan las espadas.
No hay titanes, son niños de añoro jugando,
No hay bestias de cuernos gigantes, solo sombras de sueños vagantes,
Hay miedo, tengo miedo, me gusta el miedo…
Por qué eso hace que cada día tenga mi propio desfile de cuentos,
Nombrándote en excelsos gritos de recuerdo,
Llamándote MADRE! cómo vive el cielo,
Gritándote MADRE! Como el horizonte al océano mancebo,
Susurrándote MADRE! Llorando cuando el de volver a tenerte sea el momento.
Juan Javier Chacón Castillo.
Madrid, 12 de julio de 2016
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