Sangrando…

Y supurando sangre de la única herida que me hiciste, maltrecho camino, clavado la estaca de tu desprecio, porque la vida es puta cuando no pagas por sus servicios, y dama si sabes complacer sus deseos de avaricioso proceder. Ahora no muerdas mi boca, mis besos son de otra loca.

Ya son solo recuerdos cuando subido en ti jugaba mi cuerpo, olvidos son, cada golpe y cada sorbo de tus pechos, y mis dientes ya no rechinan mientras acomodo tu cintura, porque ese rabel ni se posiciona, ni se coloca, solo se goza.

Esta noche te llaman tus ganas, y buscas bálsamo para la llaga que hizo tu daga, pero no, ya no, mi salvaje deseo no se muere por tu raja, ni quiere tus velos, ni necesita tu cuerpo.

Porque al perro se le quita las ganas con agua fría, pero la perra que quiere vueltas, verás que le da igual con quien se revuelca.

Mira este pecho desnudo, ensombrecido por tu indecisión, porque el atractivo que te consume, será castigo, porque no volverás a meterte dentro, no sorberás la sabia de mi miembro y llorarás deseando volver a jugar con mi cuerpo.

En tus pasillos quedaron las marcas de tu espalda, a media altura de mí pelvis y a altura completa de tus senos, no borrarás las marcas del suelo, porque hasta la alfombra está manchada de desenfreno.

Y si esperas parar el torreón de mis ansias en el centro de tu castillo, espera sentada, en la misma silla que hicimos surcos con los dedos, con el mismo tapiz que secaste el sudor de tus aciertos.

No se puede curar con retales de sábanas usadas y manchadas el corte que dejaste sin sutura, no puedes excitar tus carnes con el rojo de mi sangre, confórmate con la huella en tu cuerpo, para calmar tu sexo y anhelo.

Y supurando sangre de la única herida que me hiciste, sacudo la estaca que con pasión dejaste en mi espalda, porque otra se ha colgado de ese brazal, ahora no muerdas mi boca, mi besos, ya son de otra loca.