Antes del amanecer, cuando el ocaso ya ha pasado, dejando su momento más oscuro, cuando despiertas del agotador ritmo que llevaste al protegerte de ti misma ante la incertidumbre de no saber qué va a pasar…abres los ojos para ver que el miedo solo era por qué aún no se desvelaba el horizonte.
Tu sonrisa, enmarca el cuadro que se presenta ante ti, es grande, es gigante, es inmensamente infinito.
Pero ya no tienes miedo. Hoy no.
Ahora cuál mariposa recién nacida, te ves inmensurablemente poderosa, con alas.
Porque ahora linda mariposa, eres consiente que donde unos no ven nada, tú vez espacio para batirte en lid con el viento, donde los insulsos y los mortales incrédulos solo ven océanos, agua o el borde del mundo… Tú solo ves cómo se une el océano con el cielo, dibujando grandes, gigantes, infinitas formas para jugar.
Es momento de descansar, de darle serenidad al alma, mucho batiste los brazos la noche anterior para salvar tu barco, tú barquito. Te asustaste por que se mojaba, los brazos se dormían, hay que sueño, hay que miedo.
Ahora cuando dejas de mirar el beso entre las nubes y las olas, suspiras… Parece que el aire tiene sabor, olor, hasta color… Es como un algodón de azúcar, de esos que son iguales en Latacunga o en el Imbabura!!
Que calma, que contoneo, miras de prisa, la proa, la popa, todo en su lugar, las hojas de papel bond del taller han resistido. El troquel hizo bien su trabajo, las guirnaldas aguantaron bien el peso, los pompones de popa flotan ahora con especial firmeza.
El mástil está hecho de cartón, cortado al detalle, con filo mejor que el bisturí, ya decía el viejo de sonrisa arrepentida, el cuchillo de Zapatero es mejor que la navaja del cirujano. La Vela es fuerte, antes de marcharte tu madre cosió doble vitela para que nunca deje de llevarte al puerto.
Que suave es, mejor que el terciopelo, que brillante es, más que la sal de blanco es tu barquito de papel.
Te ha llevado lejos, te ha devuelto al puerto. Buen barquito de papel.
Tanto suma el que se exilia como el que resta con su ausencia. Así te canta el viento mi lejanía.
Nunca fui Capitan, fui las amarras que un día te mecían para que no zarparas, aún no, que tiempo había. Soy alegre barullo extendido en tu carcajada, hermano que debajo del poncho te abrazaba, acurrucado cual pichón se duerme con la nana.
Qué bonito fue ser tu puerto, no hay mejor testigo del valor quieto, esa valentía crecida antes de echar a la mar y al viento.
Testigo fui, de vestidos de campana, de chimbitas que yo mismo trenzaba, de zapatitos de lazo y besos pícaros de muñeca flaca. Ahora con canas en la frente, lejano solo en cuerpo, pues de cubierta te deje mi corazón, miro añorando desde la otra orilla, como de niña, te has echo Almirante de brillante blasón.
Tendrás que ponerle el ancla al barquito de papel, que sea de guirnalda entre blanca y dorada.
Ahora yo, también estoy en calma
Ni lentejas pendejas, ni sordas distancias, solo paciente orgullo te aguarda.
Cuan feliz estoy de contarte este cuento, estando porque estuve, sin estar porque me tienes, y en la distancia turbia, no habrá bucanero suficiente que pueda conmigo mientras espero paciente, cuidando que nadie toque el más mínimo borde pulido con corte de troquel de tu barquito de papel.
Y así… hubiese sido mi discurso.
Gracias por hacer a tus padres orgullosos de haberte traído. Por hacerles gigantes en ti. Gracias porque has echo de tus hermanos espectadores orgullosos de tu triunfo. Admiradores!
Gracias por hacerme egoístamente Feliz.
(El día de la graduación de mi hermana pequeña)
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